de las paredes de mi útero
se desprende ese ovocito
que arranca la tristeza
de unos lacrimales secos
la sangre limpia lo que la vida
se limita a olvidar
despierto tarde y con problemas
de conciencia, quién sabe,
a lo mejor en el otro lado
soy una asesina a sueldo
tal vez aquí también
necesitaría pistola
para matar la abulia
el aburrimiento la sequedad
de mi lápiz la desorientación
de mis manos temblorosas
añoro el agua del río
la ladera verde de la montaña
y los árboles sedientos
que día a día extendían
sus raíces debajo de mis entrañas
soñando unicornios blancos
yo qué sé
de nuevo las nubes y el suelo
de la terraza resbaladizo
así la sangre languidece
y apenas se nota
mientras camino
ORIGEN y DESTINO del libro Tenemos que hablar y otros cuentos sentimentales
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Las primeras salidas nocturnas por el ambiente las hice tarde. Primero me
enamoré con veintidós años de alguien que no pudo o no quiso corresponderme
com...
Hace 2 meses
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