He heredado el cansancio
de siglos
la desesperanza de millones
de partos que un día alumbraron
llantos y risas en un mundo
que aspiraba a algo mejor
Tengo en la cabeza una marca
enorme, en carne viva,
por todos los cuencos,
los cántaros y las tinajas
que durante miles de años
trasporté en silencio
por caminos de roca y arena
Mi útero se ha ido cerrando
ante las invasiones bárbaras
y ahora, estéril y desfondado,
no hace otra cosa que cantar
a la extinción de lo sueños
ORIGEN y DESTINO del libro Tenemos que hablar y otros cuentos sentimentales
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Las primeras salidas nocturnas por el ambiente las hice tarde. Primero me
enamoré con veintidós años de alguien que no pudo o no quiso corresponderme
com...
Hace 2 meses
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