iba yo perdida por el laberinto
de la ciudad
cuando miles de miradas
se cruzaban conmigo
algunas intentaban avisarme
pero yo no sabía de qué
era una felicidad insultante
la que yo sentía
casi agresiva
sólo por el mero hecho
de estar viva recorriendo
las calles de mi ciudad
entonces, doblando una esquina,
un tipo harapiento y con un ojo
tuerto que ciertamente era inquietante
me advirtió
'señorita, no vaya por esa calle,
por ahí brilla en exceso la luz'
debí haberle hecho caso
porque el tipo harapiento tenía razón
la luz casi me abrasa
y ahora cada vez que paso cerca
de esa esquina miro bien
a lado y lado
y respiro hondo
afortunadamente aquella ya soy otra
y todo eso queda lejos
ORIGEN y DESTINO del libro Tenemos que hablar y otros cuentos sentimentales
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Las primeras salidas nocturnas por el ambiente las hice tarde. Primero me
enamoré con veintidós años de alguien que no pudo o no quiso corresponderme
com...
Hace 2 meses
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