Para saber escribir poesía
hay que saber cantar
saber ser preciso y sagaz
saber escuchar el rumor de la imagen
y detener a tiempo el alud de la alegoría
aprehendiendo la metáfora necesaria.
Para saber escribir poesía
hay que saber ser sincero
y alejarse del artificio
saber bailar en la nieve del invierno
y balancearse en los torbellinos
de los ríos turbulentos del lenguaje.
Para saber escribir poesía
hay que saber caminar los adentros
sin descartar los contextos
saber que cuando la mano manda
es el alma desnuda la que habla
en honor a la necesidad.
Para saber escribir poesía
hay que saber las cuatro reglas
básicas: observación, captura,
reconocimiento y redondeo.
Saber ver la belleza en cualquier lugar
y también saber descartarla a tiempo.
Para saber escribir poesía
hay que saber dejarse guiar
por la intuición de las musas
y el instinto del animal de los sueños.
Saber construir el poema
con verdad, imagen y visión.
Para saber escribir poesía
hay que saber cuándo las palabras
sobran y nunca poner fe en las promesas
de los adjetivos, adverbios o pronombres
soberbios pues la lealtad
la ofrecen nombres y verbo.
Para saber escribir poesía
hay que saber escuchar el infinito
con humilde oido y a corazón abierto.
Hacen falta más poetas de lo inmenso
y sobran aquellos que se ciegan
con el ingenio y el brillo vacuo.
Para saber escribir poesía
es imprescindible haber vivido,
sufrido, muerto y renacido
al menos dos o tres veces
pues solo así se adquiere
la perspectiva de la luz y la sombra.
Para saber escribir poesía
hay que despojarse del miedo
y abrazar con devoción
la verdad, la vida y el amor.
Todo lo demás lo regala el tiempo
y la cuchilla afilada de lo ignoto.