Yo, Dios, no sé esperar a que la marea fluya
ni dejar de llorar cuando el barco parte
pero escucho al poeta cuando dice que el que aguarda
sabe que la victoria es suya;
también le he leído decir que la vida es larga
y el arte un juguete
Y aunque la vida sea corta
miro la luna lejana que brilla esta noche
como si escribiera versos en mi almohada
y calculo el tiempo que queda para
alcanzar la paciencia que tanta falta
me hace
No se ama a una mujer desde la atalaya
del aislamiento ni desde los ojos cerrados
en las tardes grises más bien se ama
desde la ignorancia y desde la primavera
de los cuerpos, la constancia de los afectos,
el terráqueo mundo de los besos y la comprensión
de los días lluviosos tanto como del sol brillante
Y te escucho poeta porque al final nada importa
más allá de lo que creímos, de lo que hicimos
desde la honestidad de las raíces del árbol
y desde el riesgo de las garras rezando
el viejo rosario y entregando a la aurora
todo lo que teníamos.
Un aliento, un romance, un verso
espadas contra el aburrimiento
he ahí el enemigo, he ahí la dificultad
de la espera y amarga es la derrota
cuando llega en corceles negros
en el día que amanece a todas horas
Al final cerraría la puerta
con estas palabras:
supe amar, construí muchos juguetes, amistades
tuve todas, aprendía a escuchar, a compadecerme,
no me abandonó la compasión, no sé si el arte,
pero fui humana y una mujer buena,
como tú, poeta, como tú.
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