Pasados los años
la melancolía asoma
como las antenas
de una cucaracha
que intuye la presencia
humana de napalm
y busca refugio,
oscura, repulsiva,
confiando en su caparazón
endurecido por el veneno
del tiempo
transcurrido
al que ha sobrevivido
tras varias limpiezas
étnicas de insecticida.
Y es que la melancolía
de hoy, como las cucarachas,
ha sido capaz de superar
explosiones nucleares
de olvido.
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