Dios se durmió. Hace tanto.
¿Se despertará algún día?
¿Qué le explicaremos
cuando nos pida cuentas?
¿Cómo nuestras virtudes
han derivado en tanta catástrofe?
¡Esperad! Oigo un ruido.
Se despereza y sus mejillas
enrojecen.
¡Qué vergüenza!
¡Qué vergüenza!
Ya no se trata
de obtener su perdón
la salvación
se trata de sobrevivir
a nuestra propia ignominia
a nuestras manos
reflejo de una conciencia
bañada en vísceras
Y ni tan siquiera el dolor
las lágrimas
la sangre propia
de nosotras, de ellas, mujeres
pueden aliviar la culpa
de esta especie
¿Tendremos tiempo
entre el primer bostezo
y el primer pestañeo de Dios
para lavar la ropa sucia
que usamos para perpetrar
tanta autodestrucción
parque de atracciones?
¿Podrá Él frenar
la determinación genética
de las hembras
de no reproducir más machos?
Dios se revuelve en su lecho
y sigue soñando con el éxito
de sus criaturas.
Pero no, nunca fuimos
a su imagen y semejanza.
Dios sueña que está triste
y está triste.
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