viernes, 20 de abril de 2018

Apuntes para una madurez III




Cuando era joven
me rebelaba con frecuencia.

Contra mi padre.
Contra el profe.
Contra lo impuesto.
Contra lo de arriba.
Contra lo de abajo.

Ahora que encaro la madurez,
magullada por las resistencias
varias que al irse desprendiendo
dejan la piel rosada
de recuerdo,
soy más de revelarme,
de abrirme en canal
o en confesión,
aunque solo sea 
desde el negativo
de una foto 
o la radiografía
del esqueleto 
de un poema
en otoño.

Ignoro si es mejor
o estoy empeorando.
Quizás depende
de la visión
o la balanza
con la que se pese
lo transformado.

En cualquier caso
lo mismo me da
porque ya todo se parece
pero nada es igual.

Incluida una misma
que por el camino
he perdido
más de lo que he ganado
y mirado desde mi ahora
me resulta más éxito
que fracaso.

Amando la ligereza
me encuentro.

Vivir sigue siendo un verbo
-eso todavía no ha cambiado-
al que contemplo
a través de la ventana
de la palabra
pero con el que salgo
a la calle a respirar 
lo sencillo lo común
lo nuestro vuestro 
de todo el mundo
y su olor me inunda
de sentido calmo.

¡Ah, qué poco sé
y qué descanso!

¡Ah, cuánto me ha sido
dado!


(*) Dibujo de Gertrudis Losada Alva.

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