La esperanza hay que ponerla
en algún sitio.
En un sitio visible a ser posible,
para no perderla de vista.
Puedes ponerla en el ser humano,
en las ONG,
en las fundaciones de buena voluntad,
en Greta Thunberg,
en Dios,
en Rosalía,
en el Paraíso
o incluso en las misiones de paz.
Pero yo prefiero ponerla en la estantería
de enfrente,
entre los libros,
para recordarme a mí misma
que aunque a veces no la vea
descansa apoyada entre páginas
en las que otros y otras
vertieron su saber, su soledad
y su tinta indeleble.
Por lo demás, solo una advertencia,
ojo donde la pones
o en quién la depositas
porque en los tiempos que corren
hay especialistas en malbaratarla
a cambio de nada.
(*) Garabatos de Gertrudis Losada Alva.
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