viernes, 14 de octubre de 2011

Los perros del odio

Cuando ladran los perros del odio
es fácil dejarse llevar por la rabia
de la destrucción,
como si el alma de Atila
recobrara en la nuestra
el reflejo de una victoria
inerme que solo dará
paso a la oscuridad profunda.

Y aún así,
¡cuánto deseamos
aplastar con nuestras
propias manos
los cráneos
de nuestros enemigos
y atravesar con nuestras
espadas el vientre preñado
de sus mujeres!

Esos días,
no crece ni un milímetro
la hierba de la esperanza
en nuestro corazón
y nuestra alma extermina
con inusitada pulcritud
cualquier resto de compasión
que pudiera esconderse
bajo el amparo
del recuerdo
de los días felices

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