sábado, 26 de noviembre de 2011

¿Acaso el fin?

No quisiera saber que el fin se acerca
como la luz cabalgando
en el único camino posible
de una noche eterna

Quisiera yo no saber.
No haber sabido.
No haber conocido.
Ser solo sonrisa
por crecer,
sonrisa que aún desea
y sueña
inocente la fuerza
de una esperanza
infantil

No quisiera yo saber lo que sé
y tal vez no sé
pero que a fuego me han grabado
largos años de grietas en el abismo:
todos los abismos, el abismo.
La lápida de la cotidianidad,
el ritmo vertiginoso y absurdo
de este sistema de deudas
y pagos incumplidos
que a veces, solo a veces,
parece que esquiva la verdad
profunda, la verdad verdad

¡Ay, la verdad!

¿Acaso existe alguien que no
sepa de ella?
¿Acaso los héroes no se saben
guiñoles del destino?
¿Acaso no duele también
lo que se goza?

Para luego el miedo.
La tela de araña
que anuncia el polvo de la historia.
Para luego la otra esperanza.
Esa madrastra hermosa
que castiga con dulzura
el mañana.

Y otra vez un rastro de tú.
La imposible tú.
O tal vez posible en otro tiempo
en otro lugar en otro yo
en otro saldo interior

No quisiera yo saber que el fin se acerca
y tan poco hice
-el hacer como una forma de sentir-
tan poco fui
-el ser como una forma de ver-
tan poco amé
-el amar como una forma de vivir-

Y sin querer
tanta lágrima tiniebla,
tanto dolor amargo
sepultado por la pureza
del olvido

¡Ay, creerse mejor
si no se es nadie!

Y la única salida
seguir corriendo
¡maratón, maratón!
No parar, no respirar;
sin ni siquiera el eco
de los aplausos de la juventud.
¡Joven! ¡Qué palabra más diabólica!

Atrás los puntos suspensivos
de una indecisión.

Ahora. ¿Ahora?
Los palacios de los dioses
devorados por la maleza
y el cansancio.

No quisiera yo saber que el fin se acerca
y llevarme conmigo
esta amargura de genocidio
que es el hombre

Bastarían unas gotas de lluvia vida
y el carmín de una promesa hermana
para que el reloj
de la confianza marcara
un nuevo comienzo

Pero no.
No digas  nada.
No quiero saber nada más.