martes, 8 de noviembre de 2011

Prefiero los poemas imperfectos

Prefiero los poemas imperfectos
Como una ola abortada por una orilla
con faltas de ortografía
Como la espiral de un tornado
incapaz de arrasar la estupidez
humana
Como el incendio de un bosque
habitado por un lenguaje antiguo
que ya nadie entiende
aunque es exquisito
Como las dunas deformadas
por las huellas solares de la obviedad

Sí, querida, prefiero los poemas imperfectos
que tú me provocas me labias me libas me gimes a escondidas
al levantarme la falda y dejar al descubierto
unos leotardos raídos que me dejó la infancia

Además, aunque quisiera
¿para qué la dama de la perfección
interviniendo en mis poemas heridos?
¿acaso quiero yo esconder mis cloacas?
¿acaso me molesta enseñar las habitaciones
de este palacio llamado Purgatorio?

No seas hipócrita, mi amor,
tanto tú como yo sabemos
que la doncella tierna de la seducción
duerme la paz de los tiempos
enjaulada en un urna de metacrilato.
Y nada más lejos de mi deriva
que despertarla a este mundo
huérfano de paraíso

Y ahora que lo invento,
aquella vez vislumbré
rayos de perfección
en el océano del Titánic
y mira lo que sucedió:
¡Sálvese quién pueda!
¡Sálvese quién pueda!
Gritaban hasta las sirenas

No, no me interesa.

Me quedo con lo moribundo,
con el vómito entrecomillado de grumos,
con la calvicie de este errar por subterráneos de vicio,
con la artrosis de mi palabra atrofiada,
con la osteoporosis del futuro prometido,
con el alzheimer del naufragio perpetuo que es vivir,
que es escribir, que es orar, que es amar y amar y amar,
con la enfermedad, en definitiva, que cura o mata
a partes iguales el poema
y te llega descarnada para que viertas una lágrima
y te apiades, tanto en el dolor como en la pena,
tanto en el espejismo como en la sombra,
de esta rea del fracaso que no deja de soñar
con tu alma y la mía
bienaventuradas en la calma
que deja tras de sí el aullido intenso
de esta imperfección buscada.

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