miércoles, 2 de noviembre de 2011

Rutina de cenizas

Día a día
arrastro los cadáveres de mis sueños
al panteón del cementerio
que me ayudaste a construir
hace algunos años
cuando concienzuda me miraste
con tus ojos brillantes de fiera
y tus manos suaves de piel de serpiente
y como un ángel anunciando
la llegada de Dios a mi vientre
dijiste: un día tendrás que rendirte.

Y ese día fue ayer
y mis sueños, todos ellos,
están a punto de exterminarse
por la desilusión y la desgracia
que me transmiten
la madre realidad y el padre
naturaleza humana.

Una vez más tenías razón
pero qué quieres, yo entonces
era joven, ingenua y tenía
las manos llenas.

El invierno se acerca
y pronto empezaré
enterrar también los recuerdos,
esos que amenazan
en convertirse en nuevos
sueños.

De esta metamorfosis
no me advertiste nada.

Hay mañanas en la niebla
de mis derrotas
en las que me pregunto
por qué te fuiste
por qué no seguimos juntas
tú y yo, la que fui y la que soy,
y no he encontrado la respuesta
hasta que he escuchado la contundencia
de los responsos del último entierro:
sencillamente hay encuentros en la vida
que para unos se consumen como velas encendidas
y para otros como mechas de pólvora ferviente.

Hace frío sí,
en este rincón de mi memoria,
voy a sacar el abrigo
en cuanto acabe de escribir
las cenizas que todavía conservo
en el último cenicero
que usamos en nuestra despedida.

Polvo somos,
ceniza seremos.

Suerte tengo
que ya no te añoro
y hace ya algunos días
que no sueño.

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