lunes, 8 de febrero de 2010

Uno de amor, que siguen siendo necesarios

La miraba desde la esquina
donde el otoño se sueña primavera
y en ese mirar no sólo había deseo
sino recorrido vivencial.

Mientras bailaba
le iba contando cómo había llegado
hasta allí
a trancas y barrancas
entre los tropiezos de otros bailes
que también me habían parecido
fiables en su paso armónico,
pero ya se sabe que en el amor
y el deseo no hay nada fiable
ni tan siquiera el cuerpo sudoroso
que agradece el placer y ese siempre
que se suelta como prenda a la memoria.

Estaba ya entregada cuando se acercó
con la copa en alto
burbujeando entre risas y chirigotas
admiración y labios como promesas

- ¡Alto, esto es un atraco! -estaba tan sedienta
que aquello era un robo, un secuestro en toda regla.

- ¿Qué prefieres copa o beso? - dijo lanzando un reto
entre la rosa y el mar.

Y yo estaba tan sedienta que lo quería todo

- Primero beso y después copa -elegí, no vi otro remedio.

Precedida por la leyenda de todas las mujeres
de su familia que la habian anunciado como su continuación
se enroscó en un gesto etéreo, puso su dedo índice en mi mejilla
y bautizándome con el contenido de su copa
se atrevió a echar una carcajada vital de esas
que cubren de flores las tumbas de los escritores
insignes.

Aún hoy cuando la pienso
me atrevo a pedirle copa y beso
porque en el amor hay que aspirar
a todo, de lo contrario
es mejor dedicarse al pienso
para las palomas.

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