Viejo armatoste, corazón,
lates con la timidez
del enfermo o del que se piensa
poco agraciado;
no tengas miedo y late con fuerza
pues sólo el latir
es constante en el que está vivo,
pero late despacio
no tengo prisa por llegar
a la muerte
Y cuando ella te hable al oído,
no te detengas,
no te aceleres,
sólo son palabras
Y cuando ella te acaricie
el alma,
no te detengas,
no te aceleres,
pues sólo es una mano
que hace dibujos en la piel
Y cuando ella te posea,
no te detengas,
no te aceleres,
pues sólo son cuerpos
suspirando al alba
ORIGEN y DESTINO del libro Tenemos que hablar y otros cuentos sentimentales
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Las primeras salidas nocturnas por el ambiente las hice tarde. Primero me
enamoré con veintidós años de alguien que no pudo o no quiso corresponderme
com...
Hace 2 meses
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