jueves, 28 de octubre de 2010

Penélope habla por fin

Me puse a deshacer lo tejido
en un vano intento por mantener
mi soltería, pensando que Ulises
estaría muerto y que su cuerpo
sería pasto de las hienas o de los buitres.

Sinceramente, destejía porque ya de hombres
había quedado harta, sin esperanza
en que el héroe volviera,
básicamente porque el héroe era mi marido
y sé perfectamente quien es y de qué es capaz
en cada momento, aún después de muerto,
o eso creía yo.

Los pretendientes uno a uno se fueron
cansando, ese arco sólo Ulises podía
tensarlo y Ulises estaba muerto
y yo a salvo de todo rigor masculino,
una se cansa de ser sumisa y de tener
que cargar con todo el peso de las decisiones,
porque eso es ser mujer en esta época,
y ellos, ala venga, a la guerra,
a jugar con las espaditas a cortar cabezas
y todo por un territorio de mierda
violando y asesinando gente como si fuera
una diversión

Y entonces volvió vestido de mendigo
y tensó el arco y yo pensé que me moría
¿quién era ése que lo había logrado?
Otra vez a hacerlo todo y encima por la noche
a abrirse de piernas

Pero la cosa empeoró cuando debajo de la capucha
asomaron los rasgos de mi marido,
el cabrón estaba vivo y se la había estado pasando
la mar de bien mientras yo bregaba con toda una colla
de asnos que querían verme a cuatro patas mientras
me follaban por delante y por detrás,
¡pedazo de mamón! y encima tan burro que ni una tinaja
de Troya me había traído

Desde que ha vuelto lo odio cada día más.
Me debato entre el veneno y la viudez
y la posibilidad de que la liberación
traiga consigo otra retahila de burros
que quieran someterme de nuevo:
¿por qué una mujer no puede vivir
en paz consigo misma sin destejer
lo tejido?

Y conste que ni mi hijo Telémaco
es buen hombre, otro como su padre
que quiere la puta y la esclava
como compañera.

Me han dicho las brujas que llegará
un tiempo en que la mujer será libre
pero la putada es que para entonces
seré sólo el recuerdo de un puñado de polvo.

Vaya por delante que no contemplo el suicidio,
esa es una rendición peor que la de bajarse
las bragas cuando no te apetece,
menos mal que se ha engordado tanto
desde que volvió que ya ni se ve la polla,
prefiere la comida al sexo, todo un alivio,
porque él iba a lo que iba y para de contar.

Espero que pronto le de una embolia
o un ictus o cualquier cosa que lo deje
marioneta, fuera de juego pero de cuerpo
presente. Y pensar que esta piltrafa humana
pasará a la historia como el protagonista
de la Odisea más grande jamás contada...

Hay que joderse con la historia,
Dios los santifica, los escritores lo glorifican
y nosotras sus mujeres lo sufrimos siempre.

¿Y qué hay de mí? Sólo soy Penélope, la que espera,
la que desteje por las noches lo que teje por el día,
la que lo espera entregada, ¡pero si pasaron años
hasta que regresó! ¡Yo ya no lo esperaba, sólo
hacía tiempo para enterrarlo definitivamente!

Por si acaso se vuelve a largar a otra guerra,
he roto el arco y le he pedido a la diosa Afrodita
que en el camino de vuelta lo enamore alguna sirena
y lo aprisione en sus mares, antes suyo que mío,
no lo quiero para nada.

Porque el divorcio no existe, que si no me lo inventaba.
Tanta literatura sobre Ulises y Penélope
y sólo somos un matrimonio de desgraciados,
¡ay, si yo pudiera contar lo que está siendo
nuestra vejez, cuántas páginas de la leyenda
borraría!

Anda que te den, Homero, que la has líado
guapa, querido, ¡que la heroína soy yo, coño!

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