martes, 22 de marzo de 2011

Una poeta frente a Dios

En un rincón de la cafetería
de Montserrat
leo a Pessoa después de rezar
hacía tiempo que mis rodillas
no se doblaban en tierra santa.

Unos dicen superstición
otros dicen fe
yo no voy tan lejos
miro a mi alrededor
y formulo deseos
y no me quejo si no llegan

No obstante hay algo dentro
como una libertad del alma
que sólo alcanza
a hablar con el lenguaje
del silencio
del pensamiento
del yo tan adentro

Es como si el poeta que vive
en cada uno de nosotros
abriera la ventana
y ventilara el alma
hacia lo ignoto
hacia lo otro
hacia la vida y la muerte
que tan poca distancia
se llevan
y ese poeta desconocido
asoma su mirada
y ofrece su rezo en cada palabra
y Dios, todo abierto,
deja entrar lo que pertenece
a la gente para que inunde
lo sagrado
y sepa que lo necesitamos
y el poeta del epicentro
sigue emanando palabras
que nos representan
y ya todo se llena de gracia
en el mismo instante
en que la palabra alcanza
tanto a Dios como al ser humano
y no hay nada más poético
que esa persona
hablando consigo misma
para que Dios allá donde sea
la esté escuchando.

Una persona reza
y el mundo se conmueve.

Y aquí sigo
en un rincón apartado
de la cafetería de Montserrat
con el libro de Pessoa cerrado
imaginando que algo
de lo que mi poeta ha orado
le ha llegado a Dios
o tal vez a mí misma
porque la ventana
he abierto y desde dentro
he sentido una libertad
sin miedo que ansiaba
la vida y la paz
para todo ser humano

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