Mi cuerpo ya no quiere que hable
ni que diga
mi lengua llagada
se extiende desde mi amígadala cerebral
hasta los tentáculos irrisorios de mis dedos
y aunque aúlla de dolor
es incapaz de usar palabra
para señalar la fuente de su sufrimiento.
Y sin embargo,
cada día la vida
se escapa y lucho
contra molinos de piedra
sin ser ya capaz
de inventarme Ínsulas Baratarias.
Por fin Dulcinea
se desvanece
y mi cuerpo calla.
El mundo
llagado de mi lengua
es el único refugio
que me queda.
ORIGEN y DESTINO del libro Tenemos que hablar y otros cuentos sentimentales
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Las primeras salidas nocturnas por el ambiente las hice tarde. Primero me
enamoré con veintidós años de alguien que no pudo o no quiso corresponderme
com...
Hace 2 meses
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