Lo confieso:
me chutaría libros
por la vena.
A veces creo que puedo
hacerlo.
Debe ser por eso
que se acumulan
por los suelos
formando montículos
de tiempo.
Incluso los esnifaría
si con ello
fuesen directos
al lóbulo degustativo
experiencial
o al hipocampo
donde un brote
de neurogénesis
asegurara la eternidad
de un sistema límbico
colectivo
que abriera un nuevo
camino para la humanidad.
Amo los libros,
residencias
de la imaginación
donde lo imposible
es una idea
en peligro
de extinción.
Libros, libros, libros,
lugares para la libertad
y el alimento
del espíritu.
Sí, adicciones
muchas, tantas
como libros
de mis escritores
y escritoras
preferidas,
todos los que todavía
no he tenido el gusto
de conocer, de leer;
todos los que nunca
podré leer.
ORIGEN y DESTINO del libro Tenemos que hablar y otros cuentos sentimentales
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Hace 1 mes
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