miércoles, 27 de junio de 2018

Ese momento eterno




En el despertar,
cuando se escucha
el silencio de pájaros
y relojes,
puedo entrever
el sentido de todo Esto.

Es ese momento eterno
y cotidiano,
con sabor a café con leche
y torrada de mantequilla 
de mi infancia,
que me devuelve los pies 
al Camino,
las manos sobre la caligrafía
de mi latido
y nutre con imágenes
de amor, ángeles de algodón 
y cielo protector.

Ese momento en el que el dolor
se transforma y envío a mi Ser
a vagar por el mundo
para decirles a las gentes 
que lo vamos a lograr, 
que no decaigan los cánticos 
ni las danzas,
que alrededor del fuego
se siga inscribiendo la firma
de la esperanza.

Luego el día transcurre,
el momento eterno queda atrás
pero en un rincón de mi ánima
crepita una llamita azul
que voy repartiendo en diminutas chispas
en cada acto que realizo
para que el reflejo de la luz 
tenga una oportunidad 
de sombra.

Y lo mejor es que ya no me pregunto 
si sirve para algo, 
simplemente lo hago.

Lo hago y ya. 
Lo dejo estar.

Y sigo.
Hasta el próximo
momento eterno.
Como éste.
Como cualquiera.